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Ciencia y técnica de los cosméticos

Comenzaron a usarse hace más de 10.000 años y fueron muy tóxicos hasta avanzado el siglo XIX

Los primeros cosméticos que conocemos, aunque probablemente se usan desde mucho antes, los hallamos en tumbas egipcias de hasta hace 10.000 o 12.000 años: aceites aromáticos, ungüentos, cremas con diversas especies y perfumes, y -al menos desde hace 6.000 años- el popular kohl, mezcla de aceites con almendras quemadas, cobre oxidado, sulfuro de plomo o galena, cenizas y ocre, además de hierbas aromáticas y, para los más ricos, piedras preciosas o semipreciosas, oro o perlas pulverizadas. Hoy se sabe que el kohl y cosméticos similares que se siguen utilizando con parecidas fórmulas en el norte de África y Oriente Medio, pueden provocar envenenamiento por plomo.

La reina Isabel I de Inglaterra se envenenó por el maquillaje que usaba

Avances médicos

A partir del año 3000 adC aparece en China la costumbre de pintarse las uñas, mientras que en el 1500 adC los japoneses empiezan a usar pintura blanca hecha de arroz para cubrirse la cara. Quinientos años más tarde, la aristocracia griega empieza a usar maquillaje facial y a pintarse los labios de rojo para diferenciarse de la población común.

Durante los 500 últimos años adC, Roma fue el gran consumidor de cosmética, tanto local como importada, hasta que con la llegada del cristianismo surge la idea, todavía sobreviviente en ciertos sectores, de que el uso de cosméticos es una forma de adoración del demonio que provoca un notable declive de la cosmética durante la alta Edad Media.

La ignorancia respecto de los productos que se utilizaban era tal que había daños que algunos observadores denunciaron, como el 'ceruse' usado desde el Renacimiento, mezcla de plomo, vinagre, agua y otros componentes que además de provocar envenenamiento por plomo carcomían la piel y la dejaban grisácea y arrugada. Este maquillaje se podía dejar durante días en el rostro, y luego se limpiaba con productos igualmente tóxicos que contenían mercurio o arsénico. Se cree que Isabel I de Inglaterra sufrió este tipo de envenenamiento por el maquillaje que se aplicaba para ocultar las marcas que le dejara la viruela.

Fue ya en el siglo XIX cuando el conocimiento de la Medicina y la Química empezaron a eliminar los productos cuestionables de los cosméticos. Así, en 1817 el químico freancés Michel Chevreul descubrió el alcohol cetílico, que entre sus muchas aplicaciones tiene la de emoliente, emulsificante y espesante para la fabricación de cremas y lociones para la piel. Un año después, otro francés, Louis Jacques Thénard, descubre el peróxido de hidrógeno, que es la base de los decolorantes del cabello. Otro producto utilizado en cosmética por sus efectos hidratantes y queratolíticos, que además suaviza la piel y promueve la cicatrización es la alantoína, que fue sintetizada en 1837 por los alemanes Friedrich Wöhler y Justus Liebig. Y en 1856, el francés Charles-Adolphe Wurtz descubre los glicoles, que se empiezan a utilizar como acondicionadores de la piel y el cabello, además de controlar la viscosidad de los productos y mejorar su conservación.

Abandonar el plomo

Un importante avance fue el de Henry Tetlow en 1866, que sustituyó el óxido de zinc como pigmento blanco en los polvos para la piel, lo que fue provocando el abandono del peligroso plomo. Por entonces, fines del siglo XIX, la higiene (con elementos como los desodorantes, que aparecen en 1888, y los tubos de pasta dental, en 1892) se asocia cada vez más a los cosméticos igualando salud y belleza. Los tintes de pelo usados ya desde Roma no empezaron a ser seguros hasta 1907, cuando se entendió la estructura del cabello y cómo teñirla sin sustancias dañinas. El esmalte de uñas moderno aparece en 1917 y los primeros cosméticos para pestañas no venenosos en 1920. Por entonces, el 'boom' del cine promovió el desarrollo de cosméticos más seguros y resistentes a las luces y fatigas de una producción de la primera mitad del siglo XX.

Y, revelando el secreto contrario a la publicidad que suele sugerir fórmulas mistertiosas complejísimas, los cosméticos son hoy productos bastante sencillos. El maquillaje o base suele estar formado de agua, aceite o cera, un rellenador como el polvo de talco para permitir su aplicación suave y pigmentos, como el óxido de hierro, para obtener el tono deseado. A ello se pueden añadir aceites para mejorar la piel reseca o ácido salicílico (aspirina) para combatir el acné. El resto es aroma y publicidad. La sombra para párpados, como los rubores y otros, también dependen de los pigmentos, pero sobre una base de talco, mica, caolín o arcilla y un aglutinante generalmente hecho de derivados de zinc o magnesio. La máscara para pestañas tiene un pigmento oscuro (carbón u óxido de hierro) sobre ceras y aceites como la lanolina, la parafina o el petróleo. Y los tubos o lápices labiales tampoco son un compuesto complejo: cera (de abeja, carnauba o candelilla), aceite (de oliva, de ricino, mineral o lanolina), hidratantes y pigmento son todo lo que requieren.

El riesgo más común es que algunas personas sufran alergia a alguno de los componentes de los cosméticos, por inocuos que sean, de modo que siempre existe la opción de productos antialergénicos, con pocas sustancias1 de baja capacidad alergénica. Por lo demás, los cosméticos deben hoy satisfacer su promesa en cuanto a aspecto y eficacia, y haber probado científicamente su seguridad y la de sus componentes, sin contener ningún producto prohibido.

Comparados con los potingues y mejunjes que a lo largo de la historia se usaron ciegamente, ahora el conocimiento permite buscar el ideal de ser más atractivo sin correr los riesgos del pasado.

Fuente: El Correo