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De la toxicidad a la eficacia: estas son las verdades y mentiras sobre los cosméticos

Las personas usan en promedio 28 productos cosméticos al mes.

Algunos cosméticos llevan tóxicos: FALSO

Todos los cosméticos que se ponen en tiendas reconocidas están sometidos a la normativa de cada país de producción y comercialización, en esta regulación se definen los requisitos de calidad, seguridad, eficacia y etiquetado de estos productos. Cada país, cuenta con una legislación nacional para ayudar a la interpretación del reglamentos internacionales, que regula todos los ingredientes autorizados para el uso cosmético. La norma también obliga al fabricante a realizar una evaluación del producto antes de que salga al mercado para garantizar la seguridad y, además, debe facilitar a las autoridades todos los datos, como la lista completa de su composición, su modo de uso o su caducidad.

En la UE cuenta con una de las legislaciones más seguras y con más ingredientes prohibidos: hay más de 2.000 sustancias que no se pueden utilizar o que cuentan con restricciones en su concentración. Por ejemplo, la concentración máxima de algunos parabenos en un cosmético es del 0,4 %. Las autoridades sanitarias europeas revisan continuamente estos ingredientes, actualizando la información, por lo que existen sustancias que todavía se encuentran en estudio.

Cuando un cosmético reinvindica algún efecto, tiene la obligación de presentar pruebas de eficacia. En muchos casos, la efectividad depende de la concentración que se utilice de sus principios activos, es decir, de las cantidades de los ingredientes responsables de realizar el beneficio objetivo del producto.

Los filtros solares tienen demostrada su eficacia e incluso se conoce en qué medida bloquean los rayos del sol. También se ha demostrado científicamente la efectividad para hidratar de moléculas como la glicerina o el ácido hialurónico y los efectos contra el envejecimiento del ácido retinoico, del que existe una abundante literatura científica que ha comprobado que mejora la textura y el tono de la piel y atenúa (dentro de una perspectiva realista) las líneas de expresión.

Aunque los fabricantes no pueden mentir, muchas veces exageran las propiedades del cosmético. La ley solo determina que estos productos deben probar sus resultados a través de estudios en humanos con una muestra real, “cuantitativa y cualitativamente significativa”, pero no especifica las condiciones de estos test.

Los más caros son mejores: NO NECESARIAMENTE

A la hora de alcanzar la efectividad, ni el precio ni la complejidad de la fórmula son siempre una garantía. Una fórmula sencilla puede ser un buen producto si el fabricante tiene un objetivo claro. Es decir, si garantiza su función, por ejemplo, con un elevado porcentaje de activos que al final sean los responsables del beneficio en el uso del cosmético.

Algunas veces, los cosméticos añaden ingredientes exóticos o costosos para vendernos una idea de producto exclusivo, pero otras veces combinan varios activos con el fin de ampliar las características del producto; por ejemplo, para hacer más cómoda la aplicación. Más allá de la elaboración, hay unos fabricantes que invierten más que otros en ensayos clínicos y estudios para demostrar la efectividad de los productos. Esto es algo que puede aumentar su coste.

Los ‘bio’ son más seguros: NO NECESARIAMENTE

Para certificar un cosmético con el sello ecológico (o bio), hay que demostrar que los ingredientes sean naturales y procedentes de la agricultura ecológica, con un mínimo en síntesis y que no han usado compuestos controvertidos o perjudiciales para el medio ambiente (como las siliconas, que tardan mucho en degradarse). Pero un producto certificado como ecológico o natural no implica que la fórmula sea más efectiva o segura.

La cosmética natural no resulta inocua, ya que también puede causar reacciones como el resto de productos. Aunque en estas las formulaciones evitan la presencia de muchos ingredientes sintéticos con potencial alergénico o irritante, se permiten, por ejemplo, aceites esenciales que también lo tienen, sobre todo para las pieles más sensibles.

Los parabenos están prohibidos: FALSO

Los parabenos son una familia de sustancias utilizadas como conservantes en productos cosméticos, que previenen el crecimiento de bacterias y mohos. Si en un producto se nos asegura que está libre de ellos, la afirmación sugiere implícitamente que otros productos en el mercado que los llevan no son seguros, pero no es así.

Los estudios toxicológicos han concluido que cuatro de ellos son seguros: butilparabeno, propilparabeno (E-216), metilparabeno (E-218) y etilparabeno (E-214) y han establecido la concentración máxima permitida para cada uno.

Cosméticos libres de… ¿qué?
La industria cosmética es muy competitiva, por lo que las marcas indican muchas afirmaciones en sus productos para mostrarse únicos y destacar frente a otros. Otras veces solo destacan los ingredientes que no llevan (sin alcohol, sin siliconas), más que enfatizar en los que sí tienen. En 2019 la legislación recomendaba eliminar los reclamos “libres de” para que no provoquen confusión en el consumidor.

  • “Libres de tóxicos”. Ningún cosmético puede, por norma, llevar sustancias tóxicas, por lo cual este reclamo confunde al consumidor y le hace pensar que otros sí llevan.
  • “Libre de parabenos ”. Poner este reclamo está denigrando al grupo de parabenos, que es muy grande. Los que actualmente se permiten en cosmética sí están aprobados como seguros.
  • “No testado en animales”. Desde 2013 están prohibidas las pruebas en animales de los productos cosméticos y sus componentes en la UE. Estos test fueron sustituidos por otros métodos alternativos propuestos en la ley. No se puede confundir el “no testado en animales” con la cosmética vegana, que simplemente significa que no contiene ningún producto o ingrediente de origen animal (como el colágeno, la miel o la keratina). No existen certificados oficiales ni normativas específicas sobre este tipo de cosméticos.

Fuente: Eroski Consumer